—Para empezar —siguió diciendo Lou—, es conveniente comprender cómo
no podemos salir de la caja. —Se volvió hacia la pizarra y escribió—: «Lo
que no funciona estando en la caja». —Se volvió hacia mí y dijo—: Piense en
las cosas que tratamos de hacer cuando estamos en la caja. Por ejemplo,
estando ahí, ¿quién creemos que tiene el problema?
—Los demás —contesté.
—En efecto —asintió—. Así que, cuando estamos en la caja, empleamos
normalmente una gran cantidad de energía en tratar de cambiar a los demás.
Pero ¿funciona eso? ¿Nos permite eso salir de donde estamos?
—No.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Bueno, porque, para empezar, ese es el problema. Intento cambiar al otro
porque, al estar en la caja, creo que el otro necesita cambiar. Y ese es el
problema.
—¿Quiere decir eso que nadie necesita cambiar? —preguntó Lou—. ¿Qué
todo el mundo hace las cosas perfectamente? ¿Es eso lo que dice, que nadie
necesita mejorar?
Me sentí un tanto estúpido cuando me hizo esa pregunta. «Vamos, Callum,
¡piensa!», me dije a mí mismo. No estaba prestando la atención suficiente.
—No, claro que no. Todo el mundo necesita mejorar.
—En ese caso, ¿por qué no el otro? ¿Qué hay de malo en que yo quiera que
el otro mejore?
Era una buena pregunta. «Sí, ¿qué hay de malo en eso?», pensé. Creía que
eso era todo lo que implicaba la pregunta, pero en ese momento no estuve
seguro de la respuesta.
—No estoy seguro —contesté.
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—Bien. Veámoslo entonces del siguiente modo. Aunque es cierto que los
otros pueden tener problemas que necesitan resolver, ¿acaso son sus
problemas la razón por la que yo estoy en la caja?
—No. Eso es lo que se piensa por el hecho de estar en la caja, pero es una
percepción errónea de la realidad.
—Exactamente —asintió Lou—. Así que aunque tuviera éxito y la persona a
la que intento cambiar, cambiara de verdad, ¿cree que eso solucionaría el
problema de que yo esté en la caja?
—No, imagino que no.
—Correcto, no lo solucionaría, ni siquiera aunque la otra persona cambiara
según mis deseos.
—Pero es que, además, las cosas son incluso peores —intervino Bud—.
Piense en lo que hablamos ayer sobre la connivencia. Cuando estoy en la caja
y trato de hacer cambiar a los demás, ¿los induzco a cambiar según mis
deseos?
—No —contesté—. Lo que hace es provocar precisamente lo contrario.
—Exactamente —asintió Bud—. El hecho de estar en la caja termina por
provocar más de aquello mismo que deseo cambiar. Así pues, si intento salir
de donde estoy, cambiando a los demás, termino por inducir en ellos el darme
más razones para permanecer donde estoy.
—Así que intentar cambiar a los demás no funciona —dijo Lou, volviéndose
hacia la pizarra, donde escribió:
Lo que no funciona estando en la caja: 1. Tratar de cambiar a los demás.
»¿Y si hago todo lo que puedo para enfrentarme a los demás? —preguntó,
volviéndose a mirarme—. ¿Funciona eso?
—Yo diría que tampoco —contesté—. Eso es, esencialmente, lo que suelo
hacer, a pesar de lo cual no parece que me permita salir de la caja.
—Correcto —asintió Lou—. Y ello se debe a una sencilla razón.
«Enfrentarse» a alguien tiene la misma deficiencia básica que tratar de
cambiarlo: no es más que otro modo de seguir culpabilizándolo. Transmite la
culpabilidad que hay en mi caja, lo que invita a la persona a la que me
enfrento a permanecer en su propia caja.
Se volvió hacia la pizarra y añadió «enfrentarse a» a la lista de cosas que no
funcionan.
Lo que no funciona estando en la caja:
1. Tratar de cambiar a loe demás.
2. Hacer todo lo que pueda por "enfrentarme" a los de
más.
—Veamos qué le parece esto —intervino Bud, mientras Lou aún escribía—.
Abandonar. ¿Se soluciona algo al abandonar el trabajo? ¿Le permitirá eso
salir de la caja?
—Quizá —contesté—. A veces me lo parece.
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—Bien, pensemos en ello. Cuando estoy en la caja, ¿dónde creo que está el
problema?
—En los demás —contesté.
—Exactamente. Pero ¿dónde está en realidad?
—En uno mismo.
—Eso es. De modo que, al abandonar, ¿qué es lo que me llevo conmigo? —
preguntó.
—El problema —contesté pensativo, asintiendo con un gesto—. Ya lo
entiendo. Al abandonar, uno se lleva la caja consigo.
—En efecto —afirmó Bud—. Cuando se está en la caja, abandonar no es más
que otra forma de culpabilizar. Sólo supone una continuación de mi caja. Me
llevo mis sentimientos conmigo. Es posible que abandonar sea lo que
debamos hacer en determinadas situaciones. Pero, por sí solo, abandonar una
situación nunca será suficiente, aunque fuese lo correcto. En último término,
tengo que abandonar también mi caja.
—Sí, eso tiene sentido —admití.
—Entonces, añadámoslo a la lista —dijo Lou.
Lo que no funciona eetando en la caja:
1. Tratar de cambiar a loe demás.
2. Hacer todo lo que pueda por "enfrentarme" a loe de
más.
3. Abandonar.
«Consideremos otra —continuó Lou—. ¿Qué ocurre con la comunicación?
¿Funcionará eso? ¿Me permitirá eso salir de la caja?
—Bueno, parece probable que contribuya —contesté—. Si no puede uno
comunicarse, no se tiene nada.
—Está bien —dijo Lou—, analicemos cuidadosamente este punto. —Miró la
pizarra—. ¿A quién se refiere esta anécdota sobre autotraición? ¿A ti, Bud?
—Sí —contestó Bud.
—Ah, claro, ya veo el nombre de Nancy. Bien, pensemos en ello. Fíjese en
esto, Tom, en la anécdota de Bud. Después de haberse traicionado a sí
mismo, así fue como vio a Nancy: perezosa, desconsiderada, insensible y
todo lo demás. Hagámonos de nuevo la pregunta. Si él tratara de comunicarse
ahora con Nancy, estando en la caja, ¿qué le comunicaría?
—Oh —exclamé, sorprendido por las implicaciones—. Le va a comunicar lo
que siente por ella, es decir, todos esos defectos.
—Exactamente. ¿Y cree que eso le ayudará? ¿Cree que Bud podrá salir de la
caja diciéndole a su esposa todas esas cosas malas que él cree que es cuando
está en la caja?
—No. Pero ¿y si fuera un poco más sofisticado? Con un poco de habilidad,
podría comunicárselas de modo más sutil y no lanzárselas todas de sopetón o
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directamente.
—Eso es cierto —admitió Lou—. Pero recuerde que si Bud está en la caja, su
actitud es culpabilizadora. Cierto que puede adquirir algunas habilidades que
le permitan mejorar sus técnicas de comunicación, pero ¿cree de veras que
esas habilidades consigan ocultar su culpabilización?
—No, supongo que no —contesté.
—A mí tampoco me lo parece así —afirmó Lou—. Cuando estoy en la caja,
tanto si soy un buen comunicador como si no, termino por comunicar lo que
hay en mi caja, y ese es precisamente el problema.
Se volvió hacia la pizarra y añadió «comunicarse» a la lista.
Lo que no funciona estando en la caja.
1.Tratar de cambiar a loe demás.
2.Hacer todo lo que pueda por "enfrentarme" a loe de
más.
3.Abandonar.
4.Comunicarse.
—De hecho —añadió, apartándose de la pizarra—, esta cuestión sobre las
habilidades se aplica a todas, en general, y no sólo a las de comunicación.
Puede pensarlo del siguiente modo: no importa qué habilidad aprenda a
utilizar porque cuando la aplique, estaré dentro o fuera de la caja. Lo que
plantea una pregunta: ¿cree que utilizar una habilidad en la caja puede ser
una forma de salir de ella?
—No, supongo que no —contesté.
—Por eso tiene a menudo tan poco impacto la enseñanza de habilidades en
ámbitos que no sean los estrictamente técnicos. Las habilidades y técnicas
útiles dejan de ser útiles si se aplican dentro de la caja. En tal caso,
simplemente proporcionan a la gente formas más sofisticadas de culpabilizar
a los demás.
—Y recuerde, Tom —añadió Bud— que los problemas personales que la
mayoría de la gente trata de corregir no se deben a una falta de habilidad,
sino a la autotraición. Los problemas personales parecen inabordables no
porque sean insolubles, sino porque las intervenciones basadas en las
habilidades comunes no aportan ninguna solución.
—Eso es exactamente así —confirmó Lou. Se volvió de nuevo para
escribir—. Así que tampoco podemos salir de la caja limitándonos a aplicar
nuevas habilidades y técnicas.
Lo que no funciona estando en la caja.
1. Tratar de cambiar a loe demás.
2. Hacer todo lo que pueda por "enfrentarme" a los demás.
3. Abandonar.
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4. Comunicarse.
5. Aplicar nuevas habilidades y técnicas.
Miré la pizarra y de pronto me sentí deprimido. «¿Qué más queda?», me
pregunté.
—Hay otra posibilidad más que deberíamos considerar —dijo Bud—.
Veamos: ¿y si trato de cambiarme a mí mismo, lo que es mi
comportamiento? ¿Me permitirá eso salir de la caja?
—Da la impresión de que esa sería la única forma de salir —contesté.
—Analicémoslo —dijo Bud, que se levantó y empezó a pasear, como tenía
por costumbre—. Es un punto complicado, pero importante. Pensemos de
nuevo en un par de las anécdotas que expusimos ayer. ¿Recuerda la situación
que le conté ayer sobre Gabe y León en el edificio seis?
Revisé rápidamente mis recuerdos, pero no encontré nada.
—No estoy seguro.
—Veamos, Gabe intentó hacer todo lo posible por hacerle saber a León que
se preocupaba por él.
—Ah, sí, ya lo recuerdo.
—Bien. Gabe cambió espectacularmente su comportamiento con León, pero
¿ayudó eso en algo?
—No.
—¿Y por qué no?
—Porque, por lo que recuerdo, a Gabe no le importaba realmente León y eso
fue lo que este último percibió, a pesar de todos los cambios superficiales en
la actitud de Gabe.
—Exactamente. Puesto que Gabe estaba en la caja con respecto a León, cada
cosa nueva que intentaba hacer desde dentro de la caja únicamente suponía
un cambio dentro de la misma caja. León seguía siendo un objeto para él, a
pesar de todos sus esfuerzos.
»Piense en eso —dijo Bud con énfasis, repitiendo—: Cada cosa nueva que
Gabe intentaba hacer desde dentro de la caja únicamente suponía un cambio
dentro de la misma caja.
Bud se sentó, antes de continuar.
—O piense en la anécdota en la que Nancy y yo discutimos, pero intenté
disculparme para acabar con la discusión. ¿Lo recuerda?
—Sí —asentí.
—Pues ocurrió lo mismo —dijo Bud—. En ese caso, yo cambié de un modo
radical: pasé de discutir a darle un beso. Pero ¿me permitió eso cambiar mi
situación y salir de la caja?
—No, porque en el fondo no lo hizo de veras —contesté—. Seguía estando
dentro de la caja.
—Exacto. Y de eso precisamente se trata —afirmó Bud, inclinándose hacia
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mí—. Como estaba dentro de la caja, no podía decirlo de veras. Cuando se
está en la caja, todo cambio que se me ocurra poner en práctica no es más que
un cambio en mi estilo de estar en la caja. Puedo pasar de discutir a besar, de
ignorar a alguien a hacer todo lo posible por demostrar mi atención hacia esa
persona. Pero sean cuales fueren los cambios que se me ocurran dentro de la
caja, se me ocurrirán desde dentro de la caja, y por tanto serán en el fondo
más de lo mismo, que es lo que constituye el problema, es decir, que los
demás siguen siendo objetos para mí.
—Eso es cierto —asintió Lou, acercándose a la pizarra—. Así que considere
las implicaciones, Tom. Tampoco puedo salir de la caja cambiando mi
comportamiento.
Lo que no funciona estando en la caja:
1. Tratar de cambiar a los demás.
2. Hacer todo lo que pueda por "enfrentarme" a los demás.
3. Abandonar.
4. Comunicarse.
5. Aplicar nuevas habilidades y técnicas.
6. Cambiar mi comportamiento.
—Espere un momento —dije—. ¿Cómo es posible entonces salir de la
maldita caja? ¿Quiere darme a entender que si estoy dentro e intento salir no
podré hacerlo, que todos mis esfuerzos no serán más que estilos nuevos de
hacer lo mismo y estarán condenados por tanto al fracaso?
—Eso es lo que estamos diciendo —asintió Bud.
—Vamos, Bud, eso no puede ser cierto. Afirma que no podré salir aunque
trate de cambiar a los demás, haga todo lo posible por enfrentarme a ellos,
abandone la situación, me comunique o aplique nuevas habilidades y
técnicas. ¿Y encima afirma que ni siquiera podré salir aunque cambie yo
mismo?
—Bueno, es evidente que no podrá salir mientras siga concentrando la
atención en usted mismo, que es precisamente lo que hace cuando trata de
cambiar su comportamiento dentro de la caja. Así que, en efecto, eso es lo
que afirmamos —me contestó con serenidad.
—Pero entonces, ¿cómo se puede salir? Si lo que me dice es cierto, no hay
forma de salir y todos estamos estancados.
—En realidad, nada más lejos de la verdad —intervino Lou—. Hay una
forma de salir, aunque sea muy diferente a lo que todo el mundo suele
suponer. Y es una forma que usted ya conoce, como ya le dije antes.
Simplemente, no se ha dado cuenta aún de que ya lo sabe.
Le escuchaba con toda mi atención. Deseaba comprenderlo.
—Anoche estuvo usted fuera de la caja con respecto a su familia, ¿verdad?
—Supongo que sí.
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—Así me lo pareció, al menos por lo que me contó —siguió diciendo Lou—.
Y eso significa que hay una forma de salir, de modo que pensemos ahora en
su experiencia de anoche. ¿Cree que anoche hizo algún intento por cambiar a
su esposa y a su hijo?
—No.
—¿Tuvo la sensación de enfrentarse a ellos?
—No, tampoco.
—Y, evidentemente, tampoco los abandonó. ¿Qué me dice de la
comunicación? ¿Salió acaso de la caja porque se comunicó?
—Bueno, quizá. Lo cierto es que nos comunicamos muy bien, como no lo
habíamos hecho desde hacía mucho tiempo.
—Sí —asintió Lou—, pero ¿cree que salió de la caja porque se comunicó, o
acaso se comunicó bien porque ya estaba fuera de la caja?
—Déjeme pensar —dije, más extrañado que nunca—. Ya estaba fuera de la
caja... cuando me dirigía a casa, así que no creo que comunicarme fuera lo
que me permitió salir.
—De acuerdo, veamos esto otro —dijo Lou, señalando el último punto de la
lista—. ¿Salió de la caja porque se concentró en tratar de cambiarse a sí
mismo?
Me quedé pensativo. «¿Qué me ocurrió exactamente ayer?» Terminó por
ser una velada magnífica, pero de repente no tenía ni la menor idea de cómo
había llegado hasta ese punto. Era como si unos alienígenas me hubiesen
abducido. «¿Me propuse cambiarme a mí mismo?» No era eso lo que me
indicaban mis recuerdos. Me sentía más bien como si algo me hubiera
cambiado. De hecho, más bien daba la impresión de que me resistía a la
sugerencia de que tenía que cambiar. «¿Qué ocurrió entonces? ¿Cómo salí de
la caja? ¿Por qué cambiaron mis sentimientos?»
—No estoy seguro —contesté finalmente—, pero no recuerdo que tratara de
cambiarme a mí mismo. De algún modo, terminé por cambiar, como si algo
ajeno a mí me hubiera cambiado. Pero no tengo ni la menor idea de cómo
ocurrió.
—Pues le voy a decir algo que quizá le ayude a comprenderlo —dijo Bud—.
¿Recuerda que ayer dijimos que la distinción entre estar dentro y estar fuera
de la caja es más profunda que el comportamiento?
—Sí, lo recuerdo —contesté.
—También hablamos de la anécdota de los asientos en los aviones, trazamos
aquel esquema con los comportamientos anotados en la parte superior y
hablamos de que podemos realizar casi cualquier comportamiento en una de
esas dos formas, dentro o fuera de la caja. ¿Lo recuerda? - —Sí.
—Considere entonces lo siguiente: si estar fuera de la caja es algo más
profundo que el comportamiento, ¿cree que la clave para estar fuera será un
comportamiento concreto?
Empecé a comprender lo que me estaba diciendo:
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—No, supongo que no lo sería —contesté, confiando en que aquella idea
pudiera conducirme a la respuesta.
—Correcto —asintió Bud—. Una de las razones por las que lucha tanto por
comprender cómo se sale de la caja es que trata de identificar un
comportamiento que le permita salir. Pero puesto que la caja es algo más
profundo que el comportamiento, el camino para salir de ella también tiene
que ser más profundo. Hemos dicho que casi cualquier comportamiento se
puede realizar tanto dentro como fuera de la caja, de modo que no se puede
salir de ella simplemente por medio del comportamiento. Intentar encontrar
ahí la respuesta sería mirar en el sitio equivocado.
—En otras palabras —intervino Lou—, la pregunta contiene en sí misma un
problema fundamental:
«¿Qué necesito para salir de la caja?». El problema consiste en que
cualquier cosa que le diga que haga, se puede hacer tanto dentro como fuera
de la caja. Y si se hace en la caja, ese mismo comportamiento no puede
servirnos para salir de ella, de modo que uno se sentiría tentado de decir:
«Bueno, la respuesta debe de ser entonces realizar ese comportamiento fuera
de la caja». Bien, eso me parece bastante justo. Pero resulta que si se está
fuera de la caja, entonces tampoco se necesita realizar ese comportamiento
concreto para estar fuera, ¿verdad? En cualquier caso, no es el
comportamiento en sí lo que le permite salir, sino que se trata de algo más.
—Sí, pero ¿qué? —pregunté, casi rogando.
—Algo que tiene justo delante de usted.