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                          2.04- Características de la autotraición

                          Características de la autotraición

                          —Para empezar, piense en lo siguiente: ¿cuándo me pareció Nancy peor, antes o después de que me auto traicionara?

                          —Después, claro —contesté. Su pregunta me devolvió de nuevo al proceso de reflexión.

                          —En efecto, ¿y cuándo cree usted que me pareció más importante seguir durmiendo, antes o después de que me autotraicionara?

                          —Supongo que después.

                          —¿Y cuándo supone que me parecieron más apremiantes otros intereses, como mis responsabilidades |laborales de la mañana siguiente, antes o después de que me autotraicionara? —Después.

                          —Veamos otra pregunta: examine de nuevo cómo empecé a ver a Nancy.

                          ¿Supone que ella es en realidad ¡tan mala como me pareció después de que me autotraicionara?

                          —No, probablemente no —contesté.

                          —Yo respondo por Nancy —intervino Kate—, La mujer descrita hasta ahora no guarda ningún parecido con la realidad.

                          —Eso es totalmente cierto —asintió Bud.

                          —Vale, pero ¿y si lo hizo? —objeté—. Quiero decir, ¿y si fuera realmente una persona perezosa, desconsiderada y hasta una mala esposa? ¿Supondría eso una diferencia?

                          —Esa es una buena pregunta, Tom —dijo Bud, que se volvió a levantar del asiento—. Pensemos en eso por un momento. —Empezó a pasear a lo largo de la mesa—. Digamos, aunque sólo sea por continuar con el argumento, que Nancy es perezosa. Y supongamos que, generalmente, también es desconsiderada. La pregunta que se nos plantea ahora es: si se muestra perezosa y desconsiderada después de que yo me autotraicionara, también tendría que haberlo sido antes, ¿no es así?

                          —Claro —contesté—. Si es perezosa y desconsiderada, tiene que serlo tanto antes como después.

                          —Muy bien —dijo Bud—. Pero, si fuera así, y fíjese bien en esta reflexión, creo que debería haberme levantado para ayudarla aunque fuese perezosa y desconsiderada. Antes de que me autotraicionara, no consideré sus defectos como razones para no ayudarla. Sólo sentí de ese modo después de autotraicionarme, cuando utilicé sus defectos como justificaciones de mi propio comportamiento. ¿Tiene eso sentido?

                          No estaba muy seguro. Parecía que, en efecto, tenía cierto sentido, pero el análisis hacía que me sintiera incómodo porque yo tenía un ejemplo de esa misma situación en mi propio hogar. Laura era desconsiderada, aunque quizá no fuese perezosa. Y, desde luego, a mí me parecía una mala esposa. Al menos, lo había sido recientemente. Y también me parecía que eso tenía importancia para decidir si merecía que la ayudara o no. Resulta difícil querer ayudar a alguien que no te demuestra sentimientos.

                          —Supongo que tiene sentido —dije, todavía preocupado y sin estar seguro de saber cómo expresar mis preocupaciones y si debía hacerlo en aquella situación.

                          —Veamos otra forma de pensarlo —dijo Bud, al percibir mi incertidumbre—

                          Recuerde lo que estábamos hablando hace un momento. Aunque Nancy fuese perezosa y desconsiderada, ¿cuándo cree que me lo parecería más: antes o después de autotraicionarme?

                          —Oh, claro —exclamé al recordar el punto anterior—. Después.

                          —En efecto. Así que, aunque fuese perezosa y desconsiderada, lo cierto es que al autotraicionarme la consideré más perezosa y desconsiderada de lo que era en realidad. Y eso, en todo caso, es algo que hice yo, no ella.

                          —De acuerdo, ya lo capto —dije asintiendo con un gesto.

                          —Así que piénselo —siguió diciendo Bud—. En la situación que hemos descrito, me autotraiciono y pienso que no me voy a levantar para ayudar a Nancy, debido a lo que ella me está haciendo, porque la considero perezosa, desconsiderada y todo lo demás. Pero ¿es esa la verdad?

                          Observé el diagrama por un momento.

                          —No —contesté, empezando a captar la imagen—. A usted le parece que es la verdad, pero no lo es.

                          —En efecto. La verdad es que sus defectos me parecieron motivo suficiente para reflexionar si debía ayudarla o no únicamente después de que yo hubiera decidido no ayudarla. Me concentré en ella y exageré sus defectos sólo cuando necesité justificar los míos. Al haberme traicionado a mí mismo, la verdad era precisamente lo contrario de lo que yo creía que era.

                          —Sí, supongo que tiene razón —dije, asintiendo lentamente con un gesto de la cabeza.

                          Aquello empezaba a ponerse interesante, pero yo seguía sin saber cómo encajaba Laura en todo eso.

                          —Así fue como Bud vio distorsionada la imagen de Nancy —añadió Kate—, pero considere cómo se distorsionó también su imagen de sí mismo. ¿Supone usted que es realmente tan trabajador, importante, justo y sensible como afirmaba ser? Se experimentaba a sí mismo como un buen padre y un buen marido, pero ¿estaba actuando realmente en ese momento como tal?

                          —No, no actuaba así —contesté—. Al mismo tiempo que exageraba los defectos de Nancy, también minimizaba los propios. Es decir, exageraba sus propias virtudes.

                          —Así es —asintió Kate.

                          « —Piénselo —dijo Bud, volviendo a intervenir—. ¿Me estaba viendo con claridad a mí mismo después de haberme autotraicionado?

                          —No.

                          —¿Y qué me dice de Nancy? ¿La estaba viendo con claridad después de haberme autotraicionado? —No. Lo cierto es que no veía nada con mucha claridad —dije.

                          —Así que, una vez que me autotraicioné, mi visión de la realidad se distorsionó —dijo Bud a modo de resumen, volviéndose hacia la pizarra.

                          Luego, añadió un tercer punto a la descripción de autotraición:

                          «Autotraición»

                          1. Un acto contrario a lo que siento que debería hacer por otro es un acto de «autotraición».

                          2. Cuando me traiciono a mí mismo, empiezo a ver el mundo de una forma que justifica mi autotraición.

                          3. Al ver un mundo autojustificado, se distorsiona mi visión de La realidad.

                          —Así pues, Tom —dijo Bud tras haber hecho una pausa para leer lo que acababa de escribir—, 

                          ¿dónde me encontraba después de autotraicionarme?

                          —¿Que dónde se encontraba? —repetí, tratando de imaginar la respuesta.

                          —Sí, ¿dónde? —insistió Bud sin darme ninguna pista—. Piénselo —siguió al cabo de un momento—. Antes de autotraicionarme simplemente sentí que podía hacer algo para ayudar a Nancy, una persona con una necesidad que yo sentía que debía satisfacer. Pude ver la situación directamente. Pero, después de haberme autotraicionado, se distorsionó mi visión, tanto de ella como de mí mismo. Vi el mundo de una forma que justificaba mi fracaso. Mi percepción se distorsionó sistemáticamente a mi favor. Al autotraicionarme no hice sino autoengañarme.

                          —Ah, ya lo comprendo —exclamé con entusiasmo—. Así que al autotraicionarse, entró en la caja. Es eso lo que quiere decir. Esa es la respuesta a su pregunta de dónde estaba, ¿verdad?

                          —Exactamente —asintió, volviéndose de nuevo hacia la pizarra, donde añadió la frase:

                           «La autotraición es cómo entramos en la caja».

                          «Autotraición»

                          1. Un acto contrario a lo que siento que debería hacer por otro es un acto de «autotraición».

                          2. Cuando me traiciono a mí mismo, empiezo a ver el mundo de una forma que justifica mi autotraición.

                          3. Al ver un mundo autojustificado, se distorsiona mi visión de la realidad.

                          4. Así que, al traicionarme a mí mismo, entro en la caja.

                          »—Basándonos en este análisis, creo que deberíamos añadir unos pocos elementos de resumen al esquema, Bud —dijo Kate, que se puso de pie y se acercó a la pizarra.

                          —Claro, adelante —dijo él, sentándose.

                          Primero trazó un recuadro junto al esquema de Bud que describía su experiencia de autotraición. Después, al lado, escribió: «Al traicionarme a mí mismo, entro en la caja y me autoengaño».

                          —Ahora —dijo, volviéndose a mirarme—, quiero sintetizar a partir de la historia de Bud cuatro características clave de la autotraición. Y las voy a incluir directamente aquí, en este esquema. En primer lugar, recuerde que cuando Bud se traicionó a sí mismo, empezó a ver a Nancy peor de lo que era en realidad, ¿verdad?

                          —Sí —asentí—. Exageró sus defectos. ? —Exactamente.

                          Kate añadió al esquema: «Exagero los defectos de los demás».

                          .—¿Qué sucede entonces con los propios defectos de Bud? —preguntó—.

                          ¿Pudo verlos directamente después de que se traicionara a sí mismo?

                          —No —contesté—. Lo que hizo fue ignorar sus propios defectos y concentrarse sólo en los de Nancy.

                          —Así es.

                          Añadió al esquema: «Exagero las propias virtudes».

                          —Y, después de que Bud se traicionara a sí mismo, ¿recuerda lo que sucedió con la importancia percibida de las cosas, como el sueño y la sensación de ser justo?

                          —Sí, le parecieron más importantes que antes.

                          —En efecto. Después de que Bud se autotraicionara, exageró la importancia percibida de cualquier elemento de la situación que justificara su autotraición, como por ejemplo la importancia del sueño, de lo justo que era y de sus responsabilidades al día siguiente.

                          Añadió al esquema: «Exagero el valor de aquello que justifica mi autotraición».

                          —Muy bien —dijo Kate—. Una cosa más. En esta historia, ¿cuándo empezó Bud a echarle la culpa a Nancy?

                          Observé el esquema.

                          —Cuando se traicionó a sí mismo —contesté.

                          —En efecto. No la acusó cuando sólo sintió que debía ayudarla, sino únicamente después de que no la ayudara.

                          Añadió al esquema: «Culpabilización».

                          —Después de que me traicionara a mí mismo —añadió Bud—, considere lo culpabilizadora que fue mi experiencia. Todas esas cosas que aparecen en el esquema son pensamientos que tuve sobre Nancy, pero considere cuáles pudieron ser mis sentimientos hacia ella una vez que entré en la caja. Por ejemplo, ¿supone usted que me sentía irritado? —Sí, está claro que sí
                          contesté. —Pero observe —dijo Bud dirigiendo mi atención hacia el esquema—, ¿me sentía irritado con ella al principio, cuando únicamente pensé que debía ayudarla? —No.

                          —¿Y qué me dice de la sensación de cólera? ¿Cree que sentí cólera después de haber entrado en la caja?

                          —Oh, sí. Sólo hay que fijarse en su forma de considerarla. Si mi esposa pareciese así, estaría furioso con ella.

                          Casi me sobresalté ante mi propio comentario porque lo cierto es que, al mirar el esquema, mi esposa parecía ser tal como allí se describía.

                          —Tiene razón —asintió Bud—. Creo que me sentí muy alterado por lo que consideraba como la insensibilidad de Nancy ante mi situación. Así que, fíjese: mi culpabilización no se detuvo con mis pensamientos. Una vez en la caja, mis sentimientos también culpabilizaron. Esos sentimientos decían: «Me siento irritado porque estás irritada, y estoy enojado porque tú has hecho cosas para enojarme». Una vez en la caja, toda mi forma de ser era culpabilizadora, de modo que tanto mis pensamientos como mis sentimientos me decían que todo era culpa de Nancy.

                          »Y, para dejar las cosas bien claras, ¿cree de veras que era Nancy la que tenía la culpa? ¿Me sentía irritado y enojado por Nancy, tal como me indicaban mi irritación y mi enojo? ¿Cree usted que mis pensamientos y mis sentimientos me estaban diciendo la verdad?
                          Pensé un momento. No estaba muy seguro. Parecía extraño que los sentimientos pudieran mentir, si era eso lo que Bud sugería.

                          —Piénselo del siguiente modo —siguió diciendo Bud, indicando la pizarra—. ¿Qué fue lo único que ocurrió en toda esta historia entre el momento en que no estaba irritado ni enojado y el momento en que lo estaba?

                          Miré el esquema.

                          —Su decisión de no hacer lo que sintió que debería hacer —contesté—. Su autotraición.

                          —En efecto. Eso fue lo único que ocurrió. Entonces ¿cuál fue la causa de mi irritación y enojo con Nancy?

                          —Su autotraición —contesté en voz baja, perdido en las implicaciones que tenía aquel pensamiento.

                          «¿De veras? ¿Es eso cierto?» Observé de nuevo el esquema. Antes de que se traicionase a sí mismo, Bud veía a Nancy, fueran cuales fuesen sus defectos, simplemente como una persona a la que le vendría bien su ayuda. Eso lo entendía perfectamente. Pero después de haberse autotraicionado, ella le pareció muy diferente. Ya no parecía merecedora de ayuda y Bud creía sentir
                          de ese modo por la forma de ser de Nancy. Pero eso no era cierto. Lo único que había ocurrido en todo el proceso era su autotraición. ¡De modo que los sentimientos le mentían a Bud!

                          «¡Pero eso no puede ser así en mi caso! —gritó mi mente—. Laura es realmente un problema. No es pura imaginación mía, y sólo Dios sabe que no me invento nada. No queda en ella nada de ternura y afecto. Es tan fría como una hoja de acero, y conozco muy bien el dolor que produce esa hoja. Ella sabe utilizarla con habilidad. ¿Y ahora Bud me dice que todo es por culpa
                          mía? ¿Y Laura? ¿Por qué no es culpa de ella?»

                          Me sentí atrapado por ese pensamiento. «Eso es —me dije a mí mismo—.

                          Quizá resulta que todo es por culpa suya. Es ella la que se traiciona a sí misma.» Empecé a sentirme algo mejor.

                          «Pero un momento —me repliqué a mí mismo—. Estoy culpabilizando. Ese pensamiento, por sí solo, es una culpabilización. Y la culpabilización es algo que

                          Bud empezó a aplicar después de que se traicionara a sí mismo, no antes.

                          »Y aunque fuera así, ¿qué? —me autorrepliqué—. Si es Laura la que blande la espada, tengo todo el derecho a culpabilizarla.

                          »Pero ¿por qué necesito sentirme justificado?

                          »¡A1 diablo con todo eso! ¿Por qué me estoy in terrogando a mí mismo? — pensé—. Laura es la que tiene el problema.

                          »Pero eso es lo que también pensaba Bud de Nancy—recordé.»

                          Me sentí atrapado entre lo que creía saber y lo que estaba aprendiendo. O todo esto no eran más que tonterías, o no lo eran. Estaba hecho un mar de confusiones.

                          Entonces, vi una forma de salir del atolladero.