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—Piense en lo ocurrido ayer —continuó Lou—.
Acaba de decir que tuvo la sensación de que algo le hizo cambiar. Ahora
tenemos que pensar en eso con un poco más de atención.
Lou se acercó al tablero.
—Deseo hablar un momento sobre autotraición y estar en la caja, para dejar
bien claro algo que quizá no haya quedado explícito todavía.
Trazó el siguiente dibujo:
—Para empezar, esta es una imagen de lo que es la vida cuando se está en la
caja —dijo, señalando el dibujo—. La caja es una metáfora de cómo me
resisto a los demás. Por «resistirme» me refiero a que mi auto-traición no es
pasiva. Cuando estoy en la caja me resisto activamente a lo que la humanidad
de los otros me pide que haga por ellos.
»Por ejemplo —dijo, indicando la anécdota de Bud, anotada en la
pizarra—. En la anécdota en la que Bud no se levantó para que Nancy
pudiera dormir, ese sentimiento inicial fue una impresión que tuvo acerca de
algo que debería hacer por Nancy. Se traicionó a sí mismo al resistirse a ese
sentido de lo que debería hacer por ella y, al resistirse, empezó a concentrarse
en sí mismo y a verla a ella como no merecedora de su ayuda. Su
autoengaño, el hecho de estar en la caja, es algo creado y mantenido por él
mismo mediante su resistencia activa ante Nancy. Por eso, tal y como ha
dicho Bud hace un momento, es inútil intentar salir de la caja
concentrándonos en nosotros mismos. Cuando estamos dentro, todo lo que
pensamos y sentimos forJf ma parte de la mentira de la caja. La verdad es
que cambiamos en el momento mismo en que dejamos de resistirnos a lo que
hay fuera de la caja, es decir, a los demás. ¿Tiene eso sentido para usted?
—Sí, creo que sí.
—En el momento en que dejamos de resistirnos a los demás, estamos fuera
de la caja, liberados de los pensamientos y sentimientos autojustificadores.
Por eso, la forma de salir es algo que tenemos siempre directamente delante
de nuestros ojos..., porque las personas a las que nos resistimos están
directamente delante de nosotros. Podemos dejar de autotraicionar-nos con
respecto a ellas en cuanto dejemos de ofrecerles una resistencia activa.
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—Pero, ¿qué me puede ayudar a hacer eso? —pregunté.
Lou me miró, pensativo.
—Hay algo más que debería comprender acerca de la autotraición, algo
que puede proporcionarle el punto de apoyo que anda buscando.
»Piense en su experiencia de ayer con Bud y Kate. ¿Cómo la
caracterizaría? ¿Diría que estuvo usted básicamente dentro o fuera de la
caja con respecto a ellos?
—Oh, fuera, desde luego —contesté—, al menos durante la mayor parte
del tiempo —añadí, dirigiéndole una sumisa sonrisa a Bud, que
inmediatamente me la devolvió.
—Pero también ha indicado que ayer estuvo usted en la caja con respecto
a Laura. Así que, en cierto modo, estuvo dentro y fuera de la caja al mismo
tiempo: dentro con respecto a Laura, y fuera con respecto a Bud y Kate.
—Sí, supongo que es así.
—Esto es importante, Tom. En cualquier momento dado, yo siempre estoy
dentro o fuera de la caja con respecto a cualquier persona o grupo de
personas concretas. Pero puesto que hay tantas personas en mi vida, con
respecto a algunas de las cuales puedo estar más en la caja que hacia otras,
resulta que soy capaz de estar dentro y fuera de la caja al mismo tiempo.
Dentro respecto de algunas, y fuera respecto de otras.
»Ese simple hecho nos proporciona el punto de apoyo para estar fuera
en aquellos ámbitos de nuestras vidas en los que nos resistimos. En realidad,
eso fue lo que le sucedió ayer. Permítame demostrarle lo que quiero decir.
Lou se acercó a la pizarra y modificó el dibujo.
—Así podríamos representar cómo estaba usted ayer —dijo,
haciéndose a un lado—. Estaba dentro de la caja con respecto a Laura, pero
fuera mientras interactuaba con Bud y Kate. Ahora observe lo siguiente:
aunque se resistió a las necesidades de Laura porque estaba dentro de la
caja con respecto a ella, mantuvo a pesar de todo un cierto sentido de lo
que los demás pudieran necesitar, en general, gracias a que estaba fuera de
la caja con respecto a otros, es decir, Bud y Kate. Ese sentido de lo que
sintió y a lo que hizo caso con respecto a Bud y Kate, combinado con la
continua apelación que la humanidad de Laura le hace, y que siempre está
ahí, presente, fue lo que le permitió salir de la caja con respecto a Laura.
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»Así, aunque es cierto que desde dentro de la caja no podemos hacer
nada por salir de ella, en los momentos en que estamos fuera, facilitados
por nuestras relaciones con los demás desde fuera de la caja, podemos hacer
una gran cantidad de cosas que nos ayuden a reducir los momentos que
estamos dentro y a curar las relaciones que mantenemos desde dentro. De
hecho, su experiencia de ayer con Bud y Kate le permitió hacer algo
mientras estaba fuera de la caja con respecto a ellos, y eso le ayudó también
a salir de la caja con respecto a Laura.
—¿Qué fue lo que hice? —pregunté buscando infructuosamente en mi mente.
—Cuestionó usted su propia virtud.
-¿Qué?
—Cuestionó su propia virtud. Mientras estuvo fuera de la caja, escuchó lo
que Bud y Kate le enseñaron acerca de estar dentro. Luego, eso lo aplicó a
sus propias situaciones personales. La naturaleza de su experiencia fuera de
la caja con Bud y Kate le invitó a hacer algo que nunca hacemos cuando
estamos dentro: le invitó a cuestionar si estaba realmente tan fuera de la caja
como suponía estar en otros ámbitos de su vida. Y lo que aprendió
transformó su visión de Laura.
»Ahora bien, muy probablemente eso no sucedió como llovido del cielo,
pero apostaría a que hubo un momento en que debió de ser como una luz que
entra en su interior, un momento en que sus emociones culpabilizadoras hacia
Laura parecieron evaporarse y en que, de repente, ella le pareció muy
diferente a como la había percibido apenas un momento antes.
«Eso fue exactamente lo que ocurrió», pensé para mis adentros. Recordé
aquel momento, cuando vi la hipocresía que había en mi enfado. Fue como si
todo cambiara en un instante.
—Eso es cierto —admití—. Eso fue lo que sucedió.
—En tal caso, tenemos que cambiar aún más este dibujo —siguió diciendo
Lou, que se volvió hacia la pizarra. Tras reformar el dibujo se apartó—. Este
es el aspecto que ofrecía la situación anoche, cuando usted se marchó.
»En ese momento estaba viendo y sintiendo directamente. Laura le
pareció diferente porque, en cuanto salió de la caja con respecto a ella, ya no
necesitó culpabilizarla ni exagerar sus defectos.
»En cierto modo, esto es como algo milagroso. Pero en otro sentido es lo
más común del mundo. Ocurre siempre en nuestra vida, casi siempre en
cuestiones pequeñas, que olvidamos con rapidez. De repente, nuestra caja se
ve penetrada por la humanidad de los otros, debido a la «otredad» básica de
los demás, que están continuamente delante de nosotros, y a lo que sabemos
cuando estamos fuera de la caja con respecto a otras personas. En ese
momento sabemos lo que necesitamos hacer: respetarlos como personas. Y
en ese preciso momento, en cuanto veo al otro como persona, con
necesidades, esperanzas y preocupaciones tan reales y legítimas como las
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propias, estoy fuera de la caja.
—Puede verlo del siguiente modo —intervino Bud—. Fíjese de nuevo en esta
anécdota —añadió, señalando el esquema sobre el bebé que llora—. Una vez
que tengo el sentimiento de que debería hacer algo por otro, ¿dónde estoy en
este esquema?
Miré la pizarra.
—Vuelve a estar situado en la parte superior, de regreso al sentimiento.
—Exactamente. He vuelto a salir de la caja. Ahora puedo elegir la otra
dirección. Puedo decidirme por respetar ese sentimiento, en lugar de
traicionarlo. Y eso, Tom, es la clave para permanecer fuera de la caja.
—En realidad, Tom —añadió Lou—, apuesto a que ayer, al marcharse de
aquí, tuvo el sentimiento de que había algo que necesitaba hacer por algunas
personas. ¿Tengo razón?
—Sí —admití.
—Y lo hizo por ellas, ¿verdad? —preguntó Lou.
—Sí, lo hice.
—Pues precisamente por eso la velada de ayer se desarrolló como lo hizo.
Durante el tiempo que estuvo con Bud y Kate, salió de la caja con respecto a
Laura, y también respecto a Todd. Pero la velada se desarrolló bien porque
permaneció usted fuera de la caja al hacer por ellos algo que tenía el
sentimiento de que debía hacer.
Lo que dijo Lou pareció explicar bastante bien la velada pasada con
Laura y Todd, pero me dejó un tanto confundido y abrumado por las
situaciones, en general. ¿Cómo podía esperarse que la gente hiciera por los
demás todo lo que sintiera que debía hacer? Eso no me parecía correcto.
—¿Me está diciendo que, para permanecer fuera de la caja, siempre tengo
que hacer cosas por los demás?
Lou sonrió, como si hubiera esperado aquella pregunta.
—Esa es una pregunta importante, Tom. Necesitamos considerarla con
atención, quizá con un ejemplo específico. —Guardó un momento de
silencio, como si reflexionara—. Pensemos en conducir un coche. ¿Cuál diría
que es su actitud habitual hacia los demás conductores?
Sonreí para mis adentros al recordar una serie de situaciones
características. Recordé haberle levantado el puño a un conductor que no
quiso aminorar la marcha para dejarme entrar en la vía principal, para
descubrir, después de que lograra hacerlo, que se trataba de mi vecino. Y
también recuerdo la mirada furibunda que le dirigí al conductor de un coche
exasperantemente lento al que por fin pude adelantar, para descubrir
horrorizado que se trataba del mismo vecino.
—Supongo que me muestro bastante indiferente hacia ellos. —Tras una
breve pausa y una sonrisa, incapaz de contener la broma, añadí—: A menos,
claro está, que se interpongan en mi camino.
—Vaya, parece que todos hemos ido a la misma escuela de conducir —dijo
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Lou, devolviéndome la sonrisa—. Pero ¿sabe una cosa? De vez en cuando he
experimentado sentimientos muy diferentes hacia otros conductores. Por
ejemplo, a veces se me ocurre pensar que cada uno de los conductores que
encuentro está tan ocupado como yo y tan agobiado con su propia vida como
pueda estarlo yo con la mía. En esos momentos, salgo de la caja con respecto
a ellos y entonces me parecen muy diferentes. En cierto modo, tengo la
sensación de que al comprenderlos, puedo relacionarme con ellos, a pesar de
no saber básicamente nada de ninguno.
—Sí —asentí—, también he pasado por esa experiencia.
—Bien. Entonces sabe de qué estoy hablando. Teniendo en cuenta esa clase
de experiencia, consideremos ahora su pregunta. Le preocupa que, para estar
fuera de la caja, tenga que hacer por los demás todo lo que surja en su cabeza.
Y eso le parece algo abrumador e incluso estúpido. ¿No es así?
—Sí, esa es una forma de decirlo. —Bien —dijo Lou—, tenemos que
reflexionar entonces sobre si estar fuera de la caja es lo que crea la
abrumadora corriente de obligaciones que le preocupan. Veamos la situación
de la conducción. En primer lugar, pienso en las personas que conducen sus
coches muy por delante y muy por detrás de mí. El estar fuera de la caja,
¿cree usted que supondrá una gran diferencia en mi comportamiento exterior
hacia ellos? —No, supongo que no.
—¿Y en cuanto a los conductores que están más cerca de mí? ¿Cree que estar
fuera de la caja cambiaría mi comportamiento exterior hacia ellos? —
Probablemente.
—Muy bien, ¿cómo? ¿Qué podría hacer de modo diferente?
Por un momento, imaginé ver a mi vecino por el espejo retrovisor.
—Bueno, probablemente no impediría tanto el paso a otros.
—Muy bien. ¿Qué más?
—Lo más probable es que condujera de modo más seguro y considerado
hacia los demás y..., ¿quién sabe?, hasta es posible que sonriera un poco más
—añadí, pensando en la mirada resplandeciente que dirigí al hombre que
también resultó ser mi vecino.
—Muy bien, es suficiente. Ahora, observe lo siguiente: ¿le parecen
abrumadores o engorrosos esos cambios de comportamiento? —No, desde
luego.
—Siendo así, el estar fuera de la caja y ver a los demás como personas no
significa que me vaya a ver repentinamente bombardeado por molestas
obligaciones. Y ello es así porque la obligación básica que tengo como
persona, que es ver a los demás como personas, queda satisfecha en muchos
casos por el cambio fundamental en mi forma de ser con los demás, que se
produce en cuanto salgo de la caja. ¿Tiene eso sentido, Tom?
—Sí, creo que lo tiene.
—Permítame añadir un punto más. —Lou se inclinó hacia delante y cruzó los
brazos sobre la mesa—. A veces se dan circunstancias en las que tenemos
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impresiones específicas de cosas adicionales que deberíamos hacer por los
demás, sobre todo respecto de aquellas personas con las que pasamos más
tiempo: familiares, amigos o compañeros de trabajo. Conocemos a esas
personas, tenemos un sentido bastante bueno de sus propias esperanzas,
necesidades, preocupaciones y temores, y es mucho más probable que les
hayamos causado daño en algún momento. Todo ello incrementa la
obligación que sentimos hacia ellas, como debe ser.
»Ahora bien, tal como hemos dicho, para permanecer fuera de la caja es
muy importante respetar lo que nuestra sensibilidad de estar fuera de la caja
nos indica que debemos hacer por esas personas. No obstante, y esto es
importante, eso no quiere decir necesariamente que terminemos por hacer
todo lo que sintamos que sería ideal hacer. También nosotros tenemos
nuestras propias responsabilidades y necesidades que exigen atención, y es
muy posible que a veces no podamos ayudar a los demás tanto o tan pronto
como desearíamos. Pero hacemos todo lo que podemos, teniendo en cuenta
las circunstancias, y lo hacemos porque estamos fuera de la caja, porque
vemos a los demás como personas y porque eso es lo que deseamos hacer. —
Lou me miró con firmeza—. Ha aprendido algo sobre las imágenes
autojustificadoras, ¿verdad?
—Sí.
—Pues entonces ya comprende la inseguridad con la que vivimos cuando
estamos en la caja, desesperados por demostrar a todos que tenemos
justificación para hacer lo que hacemos, que somos reflexivos, valiosos o
nobles. Resulta bastante abrumador tener que demostrar siempre nuestra
virtud. De hecho, cuando nos sentimos abrumados no suele ser por nuestras
obligaciones hacia los demás, sino por la desesperación que se produce
dentro de la caja por demostrar sobre nosotros mismos algo que nos parece
abrumador. Si examina su vida, creo que lo comprenderá, y que
probablemente se sentirá abrumado, lleno de obligaciones y sobrecargado en
mucha mayor medida cuando está en la caja que cuando está fuera. Para
empezar, puede comparar lo sucedido anoche con su familia con las noches
anteriores.
«Eso es cierto —pensé—. Anoche fue... la primera vez en mucho tiempo
en la que me desviví por hacer algo por Laura y Todd, y fue la velada más
agradable y fácil que he pasado en no sé cuánto tiempo.»
Lou guardó silencio y Bud preguntó:
—¿Ayuda eso a contestar su pregunta, Tom?
—Sí, ayuda mucho. —Luego le sonreí a Lou—. Gracias.
Lou asintió con un gesto y se sentó de nuevo, aparentemente satisfecho. Miró
por la ventana, hacia la lejanía. Bud y yo esperamos a que hablara.
—Hace ya muchos años, cuando participé en aquel seminario en Arizona —
dijo finalmente—, aprendiendo de otros del mismo modo que usted aprende
aquí de Bud y de Kate, mis cajas empezaron a fundirse. Lamenté
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profundamente mi forma de actuar con otras personas que trabajaban en la
empresa. Y, en el momento en que experimenté aquel pesar, estuve fuera de
la caja con respecto a ellas.
»E1 futuro de Zagrum dependía de que pudiera mantenerme fuera de la
caja. Pero sabía que, para conseguirlo, antes tenía que hacer algunas cosas, y
con toda rapidez.