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                          2.02 - 10 Preguntas

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                          10 Preguntas

                          —Hola, Tom —me saludó Bud cálidamente en cuanto entramos—. ¿Has almorzado bien?

                          —En realidad, han ocurrido demasiadas cosas como para almorzar.

                          —¿De veras? Me encantará saberlas. Hola, Kate.
                          —Hola, Bud —contestó ella, dirigiéndose hacia la pequeña nevera con zumos—. Siento haberte estropeado la sorpresa.

                          —No tenía la intención de que fuese ninguna sorpresa. Simplemente, no estaba seguro de que pudieras venir, así que no quise preocupar a Tom. Me alegro de que estés aquí. 

                          Y ahora, sentémonos y empecemos. Vamos ya un poco retrasados. 

                          Me instalé en la misma silla que ocupé por la mañana, de espaldas a la ventana, hacia la mitad de la sala de conferencias. Pero, al hacerlo, Kate, que observaba la sala, sugirió que nos sentáramos más cerca de la pizarra. ¿Y quién era yo para discutir?
                          Kate se acomodó en el asiento más cercano a la pizarra, al otro lado de la mesa, y yo me senté frente a ella, manteniéndome de espaldas a la ventana. Kate le indicó a Bud que se sentara entre los dos, en la cabecera de la mesa.

                          —Vamos, Bud, tú presides.

                          —Confiaba en que tú te hicieras cargo. Lo haces mejor que yo —dijo él. 

                          —Oh, no. Sólo acudo de vez en cuando y esto lo diriges tú. Sólo he venido para animarte... y recordar unas pocas cosas.

                          Bud se sentó como se le había indicado, y él y Kate se sonrieron.

                          Evidentemente, disfrutaban mostrándose amables el uno con el otro.

                          —Bien, Tom. Antes de pasar a unas pocas cosas nuevas, ¿qué le parece si recuerda para Kate algunas de las que hemos visto hasta ahora?

                          —Está bien —asentí, procurando sosegar mis pensamientos.

                          Revisé para Kate lo que Bud me había enseñado sobre el autoengaño: cómo, en cualquier momento dado, estamos dentro o fuera de la caja respecto a los demás; cómo, citando los ejemplos de los vuelos de Bud, podemos realizar aparentemente casi cualquier comportamiento exterior estando dentro o fuera de la caja, pero estar dentro o fuera supone una enorme diferencia en cuanto a la influencia que ejercemos sobre los demás.

                          —Bud me ha sugerido —seguí diciendo—, que el éxito en una organización se produce en función de si estamos en la caja o no, y que nuestra influencia como líderes también depende de ello.

                          —Y no se imagina hasta qué punto, se lo puedo asegurar —dijo Kate.

                          —Creo que yo también empiezo a darme cuenta —dije, queriendo ser agradable—. Pero Bud también dijo que esta cuestión de si estamos dentro o fuera de la caja constituye el verdadero núcleo de la mayoría de problemas que afectan a las personas y que vemos en las organizaciones. Debo admitir que todavía no estoy tan seguro de que eso sea así. Cuando veníamos hacia aquí, usted dijo que los sistemas de información y medición de Zagrum surgen de todo esto y, realmente, no sé cómo puede ser así.
                          —Seguro que todavía no lo sabe —dijo Bud, que parecía complacido—, pero cuando regrese a su casa esta noche ya habrá empezado a captarlo. Eso es al menos lo que espero. 

                          Pero antes de seguir adelante, mencionó usted algo sobre las cosas ocurridas durante la última hora y media. ¿Se trata de algo relacionado con todo lo que hemos hablado?

                          —Sí, creo que sí.

                          Pasé a contarles lo ocurrido con Sheryl y Joyce. Bud y Kate parecieron encantados y, tengo que admitirlo, mientras contaba lo ocurrido yo también me sentí un poco cautivado por las experiencias.

                          —Todo eso salió realmente bien, pero... —Sin pensármelo, estuve casi a punto de lanzarme a hablar de mis problemas con Laura. Apenas pude detenerme a tiempo—. Luego, llamé por teléfono a otra persona —dije. Bud y Kate aguardaron, a la expectativa.

                          —No deseo entrar en detalles, no tiene relación directa con lo que estamos haciendo aquí, pero esa persona está bastante metida en la caja. Lo que yo quería hacer era hablar con ella, y eso fue lo que hice. Al llamarla, yo estaba fuera de la caja. Acababa de tener esas dos buenas experiencias contadas antes, y sólo quería llamar y saber cómo estaba esa persona. Pero no me lo quiso permitir. No me permitió permanecer fuera de la caja. Simplemente, me colgó el teléfono. Creo que, en tales circunstancias, hice el trabajo todo lo bien que pude.
                          Esperaba que Bud o Kate dijeran algo, pero ambos aguardaron en silencio, como invitándome a continuar.
                          —En realidad, no es gran cosa —seguí diciendo—. Lo que sucede es que me ha confundido un tanto 

                          —¿Sobre qué? —preguntó Bud.
                          —Sobre todo este asunto de estar dentro o fuera de la caja. 
                          ¿Qué podemos hacer si los demás siguen empeñados en permanecer dentro? 
                          Lo que quiero saber es: ¿cómo puede uno estar fuera si alguien se empeña en que uno esté dentro?

                          Ante esto, Bud se levantó y se frotó la cara con la mano.

                          —Bien, Tom, vamos a tener que abordar el tema de cómo salimos de la caja.

                          Pero antes quiero que comprenda cómo entramos. Y para eso, nada mejor que contarle una anécdota.